lunes, 11 de febrero de 2013

GENTE BUEY

Foto Google
Hay un profundo y tristísimo poema de Harry Martinson que quiero compartir:

El mundo sentimental de la utilidad

Desterraron el antiguo sufrimiento, el antiguo dolor.
Levantaron el yugo que agobiaba al buey de los campos.
Pero inmediatamente después se llevaron también al buey.

Así ocurre cuando la liberación viene de la mano de la utilidad.
En las aldeas del país ya no queda yugo alguno,
pero tampoco quedan bueyes.

Hermoso y trágico.
Yo no tengo duda alguna: No se trata de un poema.
Estamos frente a una profecía.
Como en todo presagio su lenguaje es simbólico.
No está hablando del “buey”. Está hablando del hombre.
No se refiere al “yugo” sino para aludir a una forma considerada anticuada para efectuar un trabajo.
Al final lamenta la desaparición del “buey”, es decir del hombre.
Fue escrito en la primera mitad del siglo XX.
Lamentablemente, es una pintura del futuro de la humanidad.
¿Cómo pudo ver con tanta anticipación?
¿Cómo con tanta claridad?

Todo se cumple a su debido tiempo.
Los grandes de la Tierra tienen en su agenda un tema central: generar trabajo.
El trabajo ayuda a erradicar la pobreza, así resuelve las necesidades básicas de la gente y así erradica potenciales terroristas.
Es una cadena. Como las que unían los bueyes a los yunques.
Pero entre los países poderosos de la Tierra, hay otro tema que se sabe y se calla: Mientras los negocios se achican la pobreza  se agranda.
Muy pocos con recursos para comprar. Muy muchos sin posibilidades.
Hay demasiados bueyes para tan poca tierra.
La ciencia destruye los antiguos yugos. Sobran “yugos” y “bueyes”.

¿Qué será de nosotros, de los “bueyes”?
¿Dónde acabará tanta carne y hueso?
Un grupo de niños morenos, humildes, del interior del país, está de visita recorriendo la Plaza de Mayo.
¿Les estarán hablando del futuro?
¿Hay alguien que crea que serán los dirigentes del mañana?
Cuando ya no quede yugo alguno ¿Quién se ocupará de esos pequeños, morenos y humildes “bueyes”?

Daniel  Adrián  Madeiro

Copyright © Daniel  Adrián  Madeiro.
Todos los derechos reservados para el autor.

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