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El mundo sentimental de la utilidad
Desterraron
el antiguo sufrimiento, el antiguo dolor.
Levantaron
el yugo que agobiaba al buey de los campos.
Pero
inmediatamente después se llevaron también al buey.
Así
ocurre cuando la liberación viene de la mano de la utilidad.
En
las aldeas del país ya no queda yugo alguno,
pero
tampoco quedan bueyes.
Hermoso y trágico.
Yo no tengo duda alguna: No se
trata de un poema.
Estamos frente a una profecía.
Como en todo presagio su lenguaje
es simbólico.
No está hablando del “buey”.
Está hablando del hombre.
No se refiere al “yugo”
sino para aludir a una forma considerada anticuada para efectuar un trabajo.
Al final lamenta la desaparición
del “buey”, es decir del hombre.
Fue escrito en la primera mitad
del siglo XX.
Lamentablemente, es una pintura
del futuro de la humanidad.
¿Cómo pudo ver con tanta
anticipación?
¿Cómo con tanta claridad?
Todo se cumple a su debido
tiempo.
Los grandes de la Tierra tienen
en su agenda un tema central: generar trabajo.
El trabajo ayuda a erradicar la
pobreza, así resuelve las necesidades básicas de la gente y así erradica
potenciales terroristas.
Es una cadena. Como las que unían
los bueyes a los yunques.
Pero entre los países poderosos
de la Tierra, hay otro tema que se sabe y se calla: Mientras los negocios se
achican la pobreza se agranda.
Muy pocos con recursos para
comprar. Muy muchos sin posibilidades.
Hay demasiados bueyes para tan poca
tierra.
La ciencia destruye los antiguos
yugos. Sobran “yugos” y “bueyes”.
¿Qué será de nosotros, de los
“bueyes”?
¿Dónde acabará tanta carne y
hueso?
Un grupo de niños morenos,
humildes, del interior del país, está de visita recorriendo la Plaza de Mayo.
¿Les estarán hablando del futuro?
¿Hay alguien que crea que serán
los dirigentes del mañana?
Cuando ya no quede yugo alguno
¿Quién se ocupará de esos pequeños, morenos y humildes “bueyes”?
Daniel Adrián
Madeiro
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© Daniel Adrián Madeiro.
Todos los derechos
reservados para el autor.
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